sábado, 31 de marzo de 2012

EL LUGAR INDICADO

Para el viento que tantas descordialidades me soporta.

EL LUGAR INDICADO

La noche ya da la bienvenida al esplendor de sus viejas gárgolas, murciélagos, vampiros, hombres lobo, Sergio, Andrea y yo. Sentados en el suelo, con la cabeza recostada en la pared, las piernas sueltas y una sonrisa que no podemos disimular, Sergio y yo hablábamos sobre la vez en que nos conocimos, la vez en que nos hicimos amigos de repente, el día en que firmamos un pacto subrepticio del que ya nunca escaparemos, qué jodido. Para ese tiempo estábamos preparándonos para ingresar a la universidad, estábamos en la misma clase. Me acuerdo claramente que un día, ya en el receso de la clase, al levantar la vista vi un volante en el cuaderno de un compañero, promocionaba un concierto de muchas bandas peruanas que me encantaban. No dudé ni un minuto, me paré y le pregunté al dueño del cuaderno cuándo era el concierto y me respondió: “pucha, brother, esta tocada ya pasó pero puedes preguntarle a Sergio, él siempre va…” y me señaló dónde estaba. Di un vistazo a todo el salón y allí estaba él, sentado tranquilo y solo, con el cabello desordenado, con la cara de quien aparenta haber pasado una travesía enorme y difícil, ese Sergio carajo. “Hola, una pregunta, ¿cuándo hay algún concierto?”, le dije.  Nos miramos, me sonrió y acordamos ir a uno en pocos días. Luego, ya nunca nos dejamos de ver y nos hicimos amigos; el tiempo hizo bien su trabajo y nosotros supimos juntarnos. “Aaaala...creo que llegué en un mal momento”, dijo Andrea, corta el momento, un silencio enano y todos reímos al mismo tiempo.

Andrea chica risueña de habla rápida graciosa, con curvas por las cuales el viento ya desearía deslizarse, una risa coqueta, y con un cabello ensortijado y rebelde. Fumamos un par de cigarrillos con sabor a café, poco a poco, sin  prisa, dándonos tiempo, el viento comienza a soplar, está tibio, se siente fresco, imagino la liviandad de mi cuerpo, y me invaden las ganas de caminar. “¡Vamos a caminar!”, propongo a Sergio con el primer ataque de emoción. Entonces, Andrea dio inicio a las historias de la noche:

Brother, si quieren ir a caminar, vayan por la huaca, porque es bravaaazo. Un día mi amigo y yo fuimos por la huaca, haya al final de la Católica, manyas. Entramos por el puentecito que cruza la huaca y vi algo bien grande como que aaala   no dijimos dijo nada, pues supusimos que era la gran escultura de madera que hay por allá. Entonces, entramos por el oscurito. ¡No, para eso no ahh!   todos levantamos la ceja y reímos por la desviación de la coversa. Entramos más adentrito…   y nosotros: “ ¡aasu!”. ¡Carajo, ya no les cuento nada!   nosotros: “ya pues Andrea, la última”. Está bien, está ¡bien… Vimos una pareja, ya bien caliente y sonó un “prrrrrr”   ¡ya ves, luego dice que no! y dijo: “por aquí no es”   todos, jajá .

Con la cuasi erótica historia contada con picardía le dimos la despedida a Andrea y partimos curiosos de saber por dónde había ido exactamente la chica que entra al oscurito y ve parejas que hacen un sonido extraño.  

 El sol parecía marchitar el día, el otoño llegaba y palidecía el verano. El campus dado a la melancolía ¾cada banca, cada flor, piedra, pasto verde, uno que otro venado y los autos que salen tranquilamente, siempre serenos de la universidad¾. A cada salto de los minutos, el color natural de las imagenes se amarrona, se amaronan las personas, los pastos, las generosas palmeras siempre alineadas que me recuerdan a la selva, todo, todo amaronado dando el inicio a la noche tibia de otoño. El camino acabó, la huaca se pone de muralla, horizontal a nuestra línea vertical de camino, pero podemos pasar por el pequeño puente de madera, que algunas buenas manos pusieron allí para conservar la huaca esa extensa y delgada. Así que cruzamos y vemos el “como que aaaala” que Andrea nos anticipó. Era una gran estatua de un hombre tipo tótem tallada en un colosal tronco; y al costado un letrero que decía: NO PASAR. Nosotros entramos.

La huaca se erigía a nuestro lado como una gran muralla. Me sentía un enano al caminar junto a la muralla, pero un enano feliz. Nos quedamos un rato más viendo la grandeza de la huaca, el paso de los años por sus cimientos y su fortaleza infranqueable, la analizamos un poco, comentamos algunas de sus formas, Sergio camina, sonríe, se arregla el cabello, se lo pone contra el viento, se lo echa para atrás ¾siempre dándole la contra al viento y a las guerras infinitas de pensamiento que vivió: por eso su cabello desordenado¾. Vimos una abertura en un arbusto y supimos que era el “oscurito”. Entramos con cautela, de puntitas, mismas panteras rosas, para no encontrarnos ningún sheriff (pequeñas policía interna del campus). Era un gran patio verde lleno de inventos interesantes y locos que construyeron los alumnos de mecánica, es asombroso, y no es el oscurito. Había una especie de molino que me hizo recordar al chiflado Quijote. Luego, varios inventos que no sé cómo explicar, pues parecían proyectos inacabados, pero completos para los ojos expertos que yo no tenía; circulares, cuadrados, combinadas las dos formas, de colores adustos y alegres y formas chatas.  Más allá había unas bancas celestes, rodeada con los restos de lo que antes fue un bello arbusto. Esa vista era hermosa: solo estaban las bancas, las ramas ¾podadas marchitas y desnudas¾ del arbusto colgando, bailando con el viento, amarronándose poco a poco con la caída del sol. El mundo tiene tranquilidad, miren esa esas ramas desnudas que se mecen serenas y la banca tan plantada, tan inmóvil, pero con presencia. Esa combinación rica de los antónimos, de lo que se mueve y lo inamovible. Esto es una belleza. Miren, el verde de su césped seduce a descansar, a sentarse. Hay lugares por todo lugar, lugares tranquilos, con menos luz ¾el oscurito¾, con sombra, sin ella, todo esto es un gran lugar. Es el lugar indicado. Sentimos ese filin dentro; la amistad se siente, quema, desborda y un abrazo. Puta madre, huevón, dice Sergio, sonríe y me abraza con más fuerza. No hay palabras: un abrazo sincero reconforta.

Nunca vimos ni opimos a la pareja, ni a ninguna pareja sospechosa de cometer un pequeño placer, pero descubrí que los amigos se sienten en el corazón con el solo de un abrazo sincero y unas palabras espontáneas, y que los algunos letreros que prohíben el paso esconden mezquinamente un paraíso, el lugar indicado...   

    

sábado, 24 de marzo de 2012

Bellamente Extrañable


Dedicado a mi abuelo quien tanto me enseñó del Perú, de la vida y el amor.


Bellamente Extrañable
Suena el despertador.

Es un nuevo día y yo, tan solo, deseo seguir abrigado, pero hay que seguir. Me levanto,  ducho, peleo conmigo mismo, alimento mi cuerpo, camino, me visto, corro, y todo  es lo mismo, y sigo existiendo. Mis quehaceres son tan diversos y tan iguales que una aventura sirve para mantenerme realmente vivo, una de las razones para decir que la “Vida es Bella”

Pronto partirá el bus que me lleva a rumbos que no estoy seguro. Viajaré por la selva descubriendo, redescubriendo, y visitando lugares y personas que aún no he visto, pues no hay sitio ni personas desconocidas, sino que faltan por conocer y aprender de ellas.
Por ese tiempo, era un tipo bohemio ¾una forma bonita y discreta de decir que soy liberal y que no me importa lo que digan de mí¾ que viajaba por el mundo disfrutando cada detalle. Pero que en esa travesía me perdí no pocas veces. Además considero que llevo la sangre de un artista en el cual una gota de imaginación basta para ser el creador de un mundo: el escribir me hace un pequeño dios.

¾Prendo el primer cigarrillo del día. Mi compañero de desventuras, Bush, se prepara para el viaje.   
Bush, aunque las apariencias nos confundan, es un tipo de buen corazón. Antes de conocerlo admitía que los seres humanos no éramos buenos ¾en general¾,  pero luego comprendí que el mundo está hecho de amor  ¾aunque esto suene risueño, irreal y hasta se podría decir que quimérico, como el de cierto pensador que defendió la libertad y la democracia por sobre todo¾. Por ejemplo, miremos una hoja, una pequeña hoja cualquiera, observémosla y veremos que es una hoja en esencia. Ahora tiremos un pedazo de ella, decorémosla un poco si se nos ocurre y qué sigue siendo: una hoja. Si le hacemos cambios, adornos, decoraciones, encaletaciones y lo que se nos ocurra hacer en la hoja, seguirá siendo en esencia una hoja, entonces los seres humanos somos así. Me refiero a que estamos construidos de amor y que nos disfrazamos de con decoraciones y demás personalidades que nos caracterizan, pero somos amor, dense cuenta. Cuando conocí a Bush el tenía la fama de movido, de mala influencia. Sin embargo, cuando traté con él, vi que era un tipo con un pasado encima, pero lo que dejaba ver era a un amigo, que fácilmente crea complicidad, y desde allí, comencé a analizar a casi todas las personas con las que hablaba. Los observaba y gozaba con cada emoción que percibía, y llegué a la conclusión de que los seres humanos somos buenos en diferentes sentidos, amamos de las formas que aprendimos a amar, y nosotros mismos somos amor disfrazado. 

Ya en el bus y de madrugada, se puede sentir el olor a selva, un olor húmedo, bienhechor, reconfortante. Bush, al oler el olor a marihuana que impregnaba partes del camino, dijo con una felicidad: “¡Ya estamos en Huánuco!”. Las imágenes, que se pueden observar desde el bus en movimiento, son hermosas, se puede ver una misma imagen desde varios ángulos. Ya estamos en la ciudad, el clima está templado, no hace mucho calor, es ceja de selva.

Llegamos a la ciudad, tibia todavía. Bajamos comentando el clima, sonriendo por la satisfacción de estar ya en Huánuco.  Nos encontramos con Armando, no lo había visto hace mucho, no sabía de su vida y fue una sorpresa encontrarlo allí, que nos vino a dar la bienvenida y llevar a la casa de otro amigo, Danny.  Tomamos un desayuno caliente, y partimos hacia cualquier lugar.

Antes de todo nos faltaba una cosa que nos haría las caminatas menos pesadas y todo más agradable, pues esta es la tierra de la felicidad así que no creo que sea problema el conseguir un poco. Vamos a un parque, nos dijeron que los chicos con las bicicletas son los que hacen la transacción. Llegamos, pero solo hay uno, parado allá cerca de una banca.  Es nuestra oportunidad, no hay nada que nos pueda detener, me acerco, así de repente, sin pensar nada. “¿Tienes algo para la cabeza?”, le digo con una soltura en el cuerpo que pronto me doy cuenta que estoy fuera de mí. Lo miro fijamente a los ojos, estiro el cuello hacia atrás, la mirada se sostiene por unos segundos, el silencio entre nosotros reina, empieza a ser incómodo, el sol sube la temperatura. “No amigo, no vendo pastillas”, me responde con una mirada de inocencia. Pero, ¡qué tonto!: solo es un adolescente que juega con la bicicleta y no un abastecedor. No nos dimos por vencidos, buscamos, preguntamos, caminamos, olfateamos (buscando en las calles el olor de la yerba), y no dimos con ninguna señal.

Resignados iniciamos el recorrido en un pueblo cerca en el cual había vivido la “Perricholi”, una antigua señora de quien cuentan orgullosas las mujeres de Huánuco, su belleza destapó pasiones en cierto virrey. Antes de entrar a esa casa ya se podía percibir el olor a lujuria, el clima caliente creaba un ambiente cuasi erótico, o por lo menos esas imágenes queríamos crear. Di unos pasos más, antes de entrar, y en la parte superior de la casa museo vi una mujer ¾una niña mujer¾ que miraba coqueta hacia nosotros. Entré esperanzado y ansioso de verla de nuevo, y allí estaba. Era la que cobraba las entradas, cuidaba, y estaba a cargo de la casa. Le pregunté si era la descendiente de la Perricholi y sonreí (era muy bella), me sonrió y se sonrojó, y respondió que no. Era una chica de cabello largo, de facciones delicadas, con curvas de las que no culpo a ese virrey de haber caído, y un discurso de la vida, y en general (también de su trabajo), grabado de memoria, pues si le pedía que me explique algo lo explicaba de una manera memorística; y, si más tarde le pedía lo mismo, respondía con las mismas palabras, exactamente, que la anterior vez ¾bueno, hay personas que aprenden bien las lecciones, ¿no creen?¾. Mi alma ahora le pertenecía a una desconocida, que ya ni su nombre me acuerdo. Le propuso salir esa misma tarde y ella aceptó, pero me pidió que vaya montando una moto.

De vuelta a la ciudad, negocié con Danny y Bush la posibilidad de conseguir una moto para la tarde, tal vez la del hermano de Danny esté disponible. No lo  conseguí. Las motos en alquiler excedían mi pobre presupuesto de excursión y la de su hermano no estaba disponible. Sin embargo, para las tres de la tarde estábamos de vuelta al pueblo. Volvimos en un colectivo, como la primera vez, esperamos en un bar hasta que llegó con una amiga, que traía en sus brazos un bebé. Paseamos  toda la tarde: fuimos a otros pequeños pueblos (no lo dijimos, pero aún nos quedaba la esperanza que quizá allí podía haber algo de felicidad descartable), caminamos por lugares en el cual la época colonial había quedado intacta –la gente también–, y sobretodo compartimos y aprendimos un poco más de su cultura,  además conocimos un curioso zoológico, en un pequeño pueblo, como a unos cuarenta y cinco minutos de la cuidad, en donde había varios animales amazónicos, un pato, una gallina y un mono con la cola rota, también muchos animales formados por la naturaleza y coleccionados por una mente curiosa. Además, con ella hablamos un poco de su vida, de la mía, de nuestras familias, de lo hermoso que era Huánuco, el paisaje y ella. La vida con luces del sol acabaron ya.

Las noches en la selva son muy ocurrentes y llamativas que hacen de su clima algo bellamente extrañable. La Plaza de Armas llena de luces y los locales comerciales alrededor llenan de energía a los señores de la noche, los adolescentes salen a caminar por las interminables cuadras de la Plaza, pasando una y otra vez por el mismo lugar, pero conociendo y viviendo diferente en el mismo lugar. Nos encontramos con Armando, ya los cuatro subimos al segundo piso de un bar, en donde, por cosas y bromas de la vida, me pusieron “El Mesías”:
¾Trajiste al indicado, Bush, trajiste al indicado, jajá¾dice Armando y levanta el vaso para hacer un brindis.
¾De hecho ,primo, yo nunca fallo¾responde bonachonamente Bush.

 Fuimos un burdel a fueras de la cuidad que llevaba como nombre “La Maquina del Sabor”. Las putas andaban por allí, mientras mis compañeros discutían precios para su minuto triunfal ¾no compro sexo¾, yo miraba la vida ajetreada que es ser una puta. Imagínense tomar el hacer el amor como un medio de sobrevivencia y no como la expresión de más puro sentimiento, la prostitución degenera al amor: es dar amor a cambio de dinero.  Tomé una cerveza, una más y la otra que sigue, sucedieron unos tragos y amaneció a las diez con cuarenta y siete de la mañana.

Por la noche de ese otro día, viajamos en un auto para Tingo María, era el cumpleaños de Danny y teníamos que celebrarlo. Fue un camino interesante, compré unas patitas de pollo que tenían no muy buena apariencia, veía las imágenes de la noche al movimiento vehículo, también conocía a una alfabetizadora que trabajaba en un caserío cercano. Y luego de un par de horas de viaje llegamos.

       Aquí, como en Huánuco, las noches eran festivas, pero aquí eran aún más ocurrentes. Caminamos  por la plaza principal que parecía una enorme culebra, la Plaza era delgada y larga, como tres o no sé cuántas cuadras, y Danny nos presentó a unos amigos y a una chica ¾con apariencia varonil¾. La noche acababa de empezar. Nos paramos un rato para decidir en cual local entrar. Uno se llamaba el Jaguar, en otro se ofertaba un dos por uno y el más ocurrente decía: “Ven de caza esta noche. Aquí está la Presa”. Entramos a cazar una presa, jajá.

El local era amplio, sin sillas para sentarse, solo mucho espacio para bailar. La gente que iba llegando formaban grupos circulares con cervezas al medio, todos bailaban en círculo, pero de vez en vez alguien se lanzaba a ruedo y sacaba a bailar a una chica. Así, con el paso de la noche y subir de las copas, quedaban pocas mujeres para “cazar”, los otorongos abundan. Aún tengo el recuerdo claro que cuando una mujer quería bailar contigo te codeaba. Al principio pensé que me pedían que me fuere más allá y uno de los amigos de Danny ¾hecho un hombre de vida, de experiencia¾ me dijo, con el siempre gracioso dejo de la selva: “esa es la presa, quiere ser cazada, sacuúudela en la pista, eres bien chupao, di”. La más persistente fue una mujer mayor. Me codeaba y miraba con sensualidad y ya me moría por invitarla a bailar. La señorita de épocas era sensual e insinuante, era de esas mujeres para las que nunca pasa la adolescencia, aún se vestía con ropas apretadas y coloridas. La invité a bailar, bailamos una canción y, de pronto, la música cambió a salsa sensual. Sentí que mi cuerpo rozaba su cuerpo, ella se acercó más y más, me sentí tan en confianza de sus años y la tomé por la cintura, le hice toda mi gama de vueltas, un redoblón y  la canción apresuraba, subí mis manos un poco hacia su espalda y, repentinamente, sentí que mis dedos se hundían en su decrépita piel, bajé mis manos a la cintura, y al poco tocó otra canción y le di las gracias. Ya no quise bailar más: era mi abuela, mis manos bailaron en su espalda vejestoria y arrugada. Tomé más cervezas, conversé con los amigos nuevos, todos eran policías recientes, y después, como anécdota, ya pasado de copas, cuando la mujer de rasgos masculinos me invitó a bailar le respondí que no estaba seguro, que nunca había bailado con un hombre, que lo sentía.

  Ya los días habían pasado rápido, la diversión y el sentimiento grabados en nuestras mentes y las imágenes en la cámara de fotos, pero nuestro pingüe presupuesto ya no existía más. Mi amigo tenía un poco de dinero suficiente para su pasaje de vuelta, pero ya  no le alcanzaba para cubrir el mío. “No importa, tengo un poco de dinero en la tarjeta de crédito”, pensé. Pero, pronto, ya no conté con nada: busque entre mi equipaje de viaje y no estaba, la había dejado en el Lima, en mi cama, qué viajero para más descuidado. Consulté con mis padres para ver alguna posibilidad que me depositen algún dinero y los resultados fueron nulos; mi madre dijo que si había decidido ir de viaje así nomás ya era problema mío y mi padre me dijo que me cuide mucho. Sin muchas esperanzas, llamé a mi abuelo y le dije su podía alojarme en su casa, allá en Pucallpa, unos días; me dijo instantáneamente que vaya, que me esperarían, que siempre soy bienvenido. Ahora el objetivo, “mí” objetivo, era llegar a Pucallpa, llegar a la tierra colorada. Negociamos la posibilidad en una agencia de buses, el pasaje era caro paro lo que teníamos, pensamos que podía ser mejor que me vaya con un camión hasta allá (pues solo me cobraría 10 soles), pero, por suerte, en la estación de autos conseguimos a un simpático gordito, con polo a rayas, que me cedió la maletera de su auto por diecisiete soles, con la condición de que si veía algún oficial me esconda entre los equipajes ¾ya saben eso está penado por la ley, pues los seres humanos no somos bultos, pero…, ¡NO JODAN este es un caso especial!¾. Me despedí de mis amigos, sonreímos cómplicemente y partimos, ellos para Huánuco y yo hacia el oriente. El viaje fue interesante, lleno de muchas imágenes que la selva me regaló, que ciertamente ya no era ceja sino selva pura, también tuve que esconderme entre los equipaje (encima de mí) algunas veces para que la ley no pueda verme y cobrar una infracción por ello.  Lo mejor fue cuando llegamos a Pucallpa: Bajé del auto con casi todo el cuerdo adormecido, pero con una sonrisa de estar de nuevo aquí, me senté con mi equipaje en una pequeña cerca del paradero de autos y, justo cuando comencé a recordar los viejos momentos junto a mis abuelos, vi a mi abuelo a lo lejos acercándose subido en un motocar, que conducía un tipo con apariencia bohemia. Bajaron, allí estaba mi abuelo, mi tío, mis primos. Mi abuelo se llenó los ojos de lágrimas y dijo: “mi Joshe, mi Joshe, ya estás aquí”. No pude contenerme, la emoción se descargó por mis ojos, y lo nos abrazamos ¾lo ven, el amar es nuestra naturaleza¾.Con la misma moto que vinieron, fuimos a la casa de mis abuelos, allí estaban mi abuela, mi tía y Sol Francis, una prima. La escena de reencuentro, fue genial, y tan cotidiana en mi familia. Un abrazo, palabras de ánimo, palabras que marcan el encuentro, las ganas de dar un abrazo más y ¾no podía faltar¾ “hijo has bajado de peso, pucha, estás flaquiiito, aquí estarás bien”.

Las ganas de vivir y el amor a esta tierra caliente crecen y con él las ansias de conocer a más gente, aprender de ellos, y convencerme aún más de que los seres humanos somos amor oculto. No sé que más viva en este viaje, pero no importa: ya tengo a los míos a mi lado… 

viernes, 16 de marzo de 2012

El Juego del Falso Cordero


EL JUEGO DEL FALSO CORDERO

El sol alumbra a toda luz a Lima, la avenida Lampa hierve entre comerciantes, abogados, curiosos, gente que llegará tarde al trabajo, visitantes, turistas, mi padre y un amigo suyo. Caminan, conversan sobre la audiencia que se hará en pocas horas  para limpiar el honor de su apellido y defender a Jauja ¾¡la primera capital del Perú!, su Jauja¾ de malos gobernantes, que haciéndose pasar por mansos corderos bajados del Edén, comen gustosamente de la manzana del presupuesto público.

 Hace algún tiempo, mi padre, hombre de corazón sincero y palabras precisas para cada ocasión, ocupaba un cargo importante de la municipalidad. Aún tengo el recuerdo claro de mi padre dándose por completo a su trabajo, comentando, con la emoción de un niño que recibe su primer juguete, los proyectos que tenía preparado para Jauja, narrando cada detalle de su trabajo (mi padre es un hombre enamorado de la vida, ¡eso es saber vivir!). Hasta que llegó el día en que el alcalde revelaría qué tipo de cordero que era.

Marcaban las cuatro de la tarde, la gran feria que se hace cada año en Jauja ya había cerrado sus puertas después de varios días de atención, y todos los artistas, ganaderos y gente que lleva un sinfín de productos ¾desde una bufanda tejida artesanalmente hasta una pachamanca hecha entre piedras al rojo vivo¾ contentos por la mejora en las ventas y la buena organización de la feria, y mi padre se disponía a pagar los servicios de las personas contratadas como parte del programa de la feria. Entró a su oficina, se sentó en su escritorio, tomó una Inca Cola y comenzaron a desfilar uno a uno para el pago. Hasta que entró un tipo con aires altaneros y voz tosca:

¾ “Amigo, ¿cuánto serán tus honorarios?”, dice mi padre y le estrecha la mano al    impresentable.
¾ “Son mil cien soles, nomás”, responde secamente, este.
¾ Lo siento, ¿pero no le parece demasiado para una presentación artística de dos horas?,  pregunta cortés y preocupado, mi padre.
¾¿Tú sabes quién soy yo?, dice con soberbia y altanería, el artista.    
  ¾ “No, no sé quién es usted, señor”, siempre elegante y sin perder la compostura, mi padre.
¾ “¡Soy el hermano del alcalde! Mi nombre es Alejandro  Morales y ya conversé sobre el pago personalmente con él”, se presenta sin la menor vergüenza, el impresentable.


Mi padre aceptó pagar el monto, le dijo que por favor redacte su recibo para concluir con la transacción, pero este (fiel a su altanería y a su poca gracia de vivir) respondió que por ser hermano del alcalde no podía mover ni un dedo. Mi padre respiró, pensó por unos momentos que también existe gente como esa, pero, al igual que todas las personas, merecen respeto y hay que tolerarlas, tomó su  lapicero de trabajo (como él decía), redactó el recibo y pidió que al hermano que firme. A los pocos días después del incidente, mi padre recibió una orden de pago, que requería su firma para que se haga efectivo el pago. Pero…., un momento, eso ya lo había pagado, lo había cancelado al hombre del otro día, al hermano del alcalde. Mi padre se levantó, devolvió la orden de pago a la oficina del alcalde sin su firma y, fiel al amor por su tierra, dijo que eso ya lo había pagado personalmente al hermano, y agregó terminantemente que no colaboraría con la destrucción, saqueo y robo del patrimonio de Jauja. El alcalde se indignó, ¡se indignó!, dijo que mi padre no quería “colaborar” con su gestión, que por eso Jauja no avanza ¾ahhhhh, no sé qué decir de este tipo tan conchudo, no hay palabras¾, rezó unos versículos de la biblia y volvió a enviar la orden de pago ¾a sabiendas que el pago ya se había cancelado¾, pero la respuesta de mi padre fue la misma. Entonces, mi padre ¾siempre amante de hacer el bien por su gente que por el mismo ¾ , renunció ese mismo día para no colaborar más a cocinar ese tipo de “experimento truculento, mafioso, despilfarrador, nepotista y altanero” que era esa gestión, y yo alcé mi pecho por la alegría, porque ese valiente hombre era mi padre. No contento con esto, el sabido (no lo he dicho aún pero el alcalde es un hermano predicador) salió a los medios de comunicación diciendo que mi padre se había robado plata de la municipalidad luego de la feria. Pero, para mala suerte de este señor, que actúa pasionalmente y sin darle mucho trabajo a su razón, mi padre tenía los recibos de los pagos hechos a todos y a su hermano (¿contratar a un familiar mientras se está desempeñando un cargo público no es ilegal?). Mi padre tomó las cartas y presentó la vacancia del infame.

Diez, en punto de la mañana, y por fin le doy el alcance a mi padre. La audiencia que decidirá si la verdad triunfa o fracasa de nuevo está por comenzar. Los abogados, código y expediente en mano, ya están instalados para dar inicio a la batalla de leyes, papeles y la verdad. El alcalde no está presente ¾quizá ahora esté haciendo firmar otro doble pago y por eso no vino-¾, solo está su abogado con la cara de perro rabioso listo para salir a atacar al contrincante (que por sus amables servicios prestados al alcalde para la defensa cobra unos cuantos miles de soles del tesoro público, ¡sin vergüenzas!) acompañado por un ex congresista. El presidente de la corte y sus ocho jurados dan inicio a la audiencia, pero advierten que los abogados de cada parte tienen solo tres minutos para la exposición de su defensa y le dieron la posta a la enredada y confusa defensa de mi padre:

¾ “Buenos días señor presidente, señores jurados, mi patrocinado, el señor Barrios, el día 26 de abril del 2011, presencialmente hizo efectivo el pago por los servicios prestados en la feria que se realiza cada año en Jauja, por motivo de su aniversario. Dicho a efectos, el hermano del alcalde, el señor Alejandro Morales, firmó con su puño y letra el recibo. Construyéndose así lo que se puede llamar fuera de la ley, toda vez que la constitución vigente menciona que el funcionario público tiene prohibido contratar a cualquier familiar de línea sanguínea directa, pues esto hace posible la protección del patrimonio público. Concluyéndose que la vacancia del alcalde es un hecho inevitable por lo que manda y dispone la ley ”; el abogado de la otra parte mirando intimidante la exposición, como un lobo que espera ansioso destrozar a su presa; y nosotros sentados atrás sin haber comprendido la enredada rima expositoria de nuestra defensa.

El presidente tocó una pequeña campanita y dijo en voz alta: “Su defensa ha concluido, gracias”. El otro abogado se paró,  hizo una sonrisa cachacienta y expuso:

¾El señor Barrios, siendo gerente del Área de Desarrollo Económico y Social de la Municipalidad manejó a su antojo el dinero de la feria (exactamente diez mil nuevos soles). El administró cada centavo de este, pero hasta la fecha no hay ningún recibo que acredite que haya cancelado y usado de buena manera el patrimonio. Ahora, pasando al punto del “recibo” que el señor Barrios quiere acreditar. ¡Qué nos dice la definición de “recibo”. Recibo!, dícese de un documento de pago impreso en el que se declara haber recibido dinero. Bueno, el papel  simple que presenta la otra parte no es un recibo, pues no está impreso, sino a puño y letra, además hasta la fecha no se realizado ningún peritaje oficial que compruebe que el señor, Alejandro Morales haya firmado y recibido dicho dinero de manos del señor Barrios. Además, el hermano del señor alcalde no tiene ninguna vinculación con la agrupación artística. En conclusión, si el recibo no es un recibo legal y si no sabemos si la firma es verdadera tomando en cuenta que el señor Alejandro Moral no tiene vinculación alguna con la agrupación artística, entonces solo queda remitirnos a la legislación y los conceptos vigentes”, y el presidente del jurado tocó la campanita que anunciaba la conclusión de la exposición. El presidente se levantó y dijo que la audiencia había terminado, que en el transcurso de los días saldría la sentencia final, todos se pararon y salieron como almas que lleva el viento. Nosotros, un poco confundidos por la exposición no tan clara de nuestra defensa, pero con la conciencia tranquila,  confiamos en que la firma se someta a un peritaje para que se demuestre la veracidad de la firma del hermano del alcalde y, por respeto al Perú y a su desarrollo con cada vez menos delincuentes políticos,  se proceda a su vacancia. Personalmente me quedó una sensación agria: la otra parte mintió, mintió asquerosamente, su hermano sí estaba vinculado con esa agrupación, era el director hace unas semanas, pero ya no. Con conceptos quieren negar lo que es real, con una definición dejar fuera la firma y el recibo.  Pocos días después salió la sentencia final en la que se declaraba improcedente la vacancia.

            Mi padre, el señor Barrios, tiene la conciencia tranquila y yo el orgullo de tener un padre que luche por la justicia, por la verdad, y no se deje intimidar por personas que aprovechando el poder de los cargos públicos manipulan voluntades y gozan del tesoro público a su antojo. Así es mi padre, de él aprendí, es un hombre valiente ¾eso que le falta al Perú: valentía, ¡huevos!, ¡huevos!, para denunciar asquerosos actos de corrupción y hacer un verdadero cambio¾, siempre lleno de confianza y amor por los suyos, por su pueblo, por Jauja. Ahora ya no existen muchos locos que se enfrenten a la injusticia, ya no existen esos pequeños libertarios que tratan de liberar el poder de malas manos, ya no, pero aún está mi padre, el señor Barrios, el señor Yony Barrios.  Quizás la verdad no haya triunfado hoy, pero el camino es aún largo e incierto. Quizás hoy  falso cordero sigua gozando con el “triunfo”, pero la lucha continúa, el mundo es ancho y el jaujino con identidad sigue en pie apostando por el destino de su pueblo, por la juventud que lo sigue, por nosotros y por sus hijos, su máxima obra…             

sábado, 3 de marzo de 2012

Una Noche Incierta


Una noche incierta
A veces solemos juzgar antes de ver, creando muchas suposiciones sin conocer, pero no. Si queremos decir que un lugar es peligroso, hermoso o espeluznante debemos atrevernos a ver qué es en realidad sin tomar solo en cuenta la fama que tiene, pues nuestras creencias no aseguran nada de lo que es en realidad. Por eso, hace algún tiempo me atreví a romper las creencias que tenía sobre ciertos lugares y salí a caminar con la mente abierta… 
La noche se había tornado incierta: tenía una cita nocturna en el centro de la ciudad, pero ya eran casi de las once de la noche y yo sin la menor seguridad de lo que pasará. Sin darle más vueltas a la aventura, salí de casa. Traté de convencer a un amigo para que me acompañe y me dijo que me iba a dar “la oportunidad” de tener una aventura con mi compañera nocturna ¾¡florazo!, como siempre¾. Los carros que me llevaban dejaban de pasar conforme la noche cumplía su ciclo de vida, por suerte tomé uno. Me encontré con ella, Bella, en el punto indicado (ya casi  las 11:30 de la noche). Bella era damita que conocí en el trajinar de la vida; la primera vez que la vi, hace muchos años, me regaló una sonrisa y ya casi nunca hablamos. Sin embargo ¾ohhh, sorpresas de la vida¾, años después la encontré en la red y luego en una fiesta en la que bailamos tres canciones, y nos prometimos una cita. Ella me dio un abrazo y dimos inicio a la aventura.
El aspecto de la calle se veía no muy seguro. Ella me dijo que la siguiera; vamos, tranquilo, no pasa nada, es seguro¾me dijo agarrándose la cabeza y encogiendo los hombros siempre coqueta y graciosa¾, y proseguimos la marcha. Subimos por la avenida Alfonso Ugarte, llegamos a un supermercado amarillo con rejas verdes, de allí caminamos entre carretillas de comida, gente que volvía del trabajo, muchos que salían recién, comerciantes callejeros y uno que otro sospechoso, hasta el hotel Sheraton para iniciar nuestro recorrido por el siempre hirviente  jirón de la Unión (ella coqueta y de andar distraído; y yo como temeroso  y temerario amante de la aventura a la vez). En el camino le dije: “¡Hoy te llevaré a hacer una excursión a todo el centro de Lima!” y ella sonrío inocente. Le pregunté por qué no tenía miedo de andar por allí tan de noche y me respondió que ella había venido por allí hace un rato. Entonces me di cuenta que ella había vivido allí antes, porque una persona que no conoce no te cita en Alfonso Ugarte y también la delataba su andar tranquilo por el lugar ¾como si hubiese estado muchas veces allí¾, pero no dije nada. Con expectativas angustiosas de esa noche, llegamos a la primera cuadra del jirón, del famoso jirón de la Unión.
Casi en ningún momento del camino parábamos de conversar, siempre hablábamos de algún tema que salidos del tema anterior, de bromas, de viejas anécdotas y una coquetería; yo trataba de registrar cada momento, observaba para todos lados (también a ella…). Las primeras cuadras del jirón de la Unión no estaban bien iluminadas, la gente ya casi no existía por esas primeras cuadras, solo algunos recicladores. Mis ansias aumentaban, pero no quería parar, ya no. Al llegar casi al final de la primera cuadra vi a un hombrecillo que era la viva imagen de un personaje que había inventado hace mucho, el caminante verde. Era un viejo hombre de baja estatura, delgado, la piel atormentada por el sol, y de mirada honesta, vestía unos pantalones jean, un  gran sombrero de paja que daba sombra a toda su minúscula existencia, un polo plomo y ¾lo más resaltante¾ unos botines plomos muy gastados, similares a los de un duende  (los de un duende moderno, los de un neo duende); y portaba una pequeña mochila verde. Lo encontré sentado en una oscura calle oscura del centro de Lima, me detuve lo miré, me emocioné (¡era un invento con vida, era el caminante verde!), quise hablarle, tomarle una fotografía, pero pensé que los personajes de la ficción no se deben mezclarse con los de la vida real y me fui, mientras mi corazón latía a mil por hora de la emoción de verlo ahí sentado tan tranquilo, como si las horas de la noche fuesen lo más hermoso.
La noche no me traicionó hasta ahora, todo está genial: encontré a Bella con una gran sonrisa y vi al “caminante verde” y no fue una alucinación, lo juro. Las siguientes cuadras todavía se estaban desoladas y las pocas personas que pasaban por allí, pasaban con una cara de apuro, de ansias de llegar ya a casa, de ya estar a salvo ¾quizá esté exagerando y simplemente estaban cansados y solo querían descansar¾. Llegamos a la Plaza San Martín y el panorama comenzó a mejorar: todo estaba bien iluminado, con mucha más gente que las cuadras anteriores: la plaza, la avenida Colmena, la avenida Lampa estaban llenas de gente, había parejas hambrientas de la noche ¾también de ellos mismos¾; y el teatro que comienza el rockero jirón Quilca dejaba ver  a los góticos que salen de noche a hacer de las suyas. Continuamos la excursión (ya más tranquilo yo;  inocentemente coqueta y con la cara siempre feliz, ella).
El jirón de la Unión era otro de noche (hablo de  la parte comercial), no era ese jirón de la unión que conocemos normalmente: lleno  tatuadores que ofrecen su arte dibujada en la piel; de gente de toda clase y tamaño; cambistas de dólares; restaurantes; tiendas y galerías de ropa, accesorios y una que otra chuchería. Las galerías y tiendas ahora (ya eran las doce de la noche) estaban cerradas, los tatuadores ya no existían, los cambistas estaban en casa,  los restaurantes cerrados y algunas cuadras dejaban ver su poca iluminación. Sin embargo, el comercio ambulante había llenado las cuadras con plásticos extendidos en el suelo, algunos en pequeñas carretillas, otros solo al paso. Ofrecían de lo más diverso: aretes, anillos, relojes, ropa usada, celulares, juguetes a cuerda, adornos, folletos sobre sexo y una camiseta del Barsa.                  
¾ Qué hermoso es el centro de Lima en la noche –dije emocionado.                                                                                                                                  ¾¡Obviamente! –respondió con énfasis mirando fijamente una revista de sexo.
Al llegar a la esquina de la plaza de armas vimos a un joven que pintaba en cuadros con sprite, tenía las pinturas de muchos colores, casi todas contaban historias nocturnas de unicornios, de personas bañándose a la luz de la luna, de hermosos parajes en el atardecer y de delfines que se cortejaban mientras el sol era tragado por el mar. Nos animamos y participamos en una rifa que hacían para el sorteo de un cuadro. Si ganabas te llevabas el cuadro que tú elegías. Así que compramos boletos de rifa, compramos un par, luego el artista hizo una oferta irresistible (cuatro boletos por el precio de uno) y al minuto teníamos diez chances de ganar. No ganamos nada, salvo ella que llevó ¡un pase del cincuenta por ciento para la próxima vez que asista! ¾inocente, quizá la próxima vez que ese artista mochilero saque sus cuadros esté fuera de Lima, en algún paraje lejano¾, pero apoyamos el talento del artista.  De allí fuimos a dar una rápida vuelta por la Plaza de Armas, quise ir para Chabuca Granda y ella me mató las ilusiones de golpe, pero esta vez sí lo dijo por experiencia: “¡Estás loco!, es peligroso, te pueden robar y no sé que más hacer, ¡yo no voy!”, y volvimos por el mismo recorrido. El jirón de la Unión (ya casi las doce y media de la noche) cada vez estaba con menos alumbrado público, pareciera que la noche y la iluminación son inversamente proporcionales aquí, pues conforme avanza la noche las luces se apagan. Llegamos al mismo punto de encuentro, le di un abrazo, ella me correspondió y desaparecí lleno de placer de haber visto al caminante verde, de haberla visto a ella, y de haber matado los prejuicios y suposiciones que tenía instalado en la cabeza, pues ahora ya sabía lo real: el centro de Lima en la noche es simplemente hermoso para los ojos que puedan contemplarlo…